La vegetación en Chile ofrece imágenes que quedan grabadas en la retina producto de su belleza y singularidad. En el norte, el desierto florido atrae a miles de visitantes; mientras que en el extremo sur, te puedes encontrar con grandes extensiones de terreno que parecen coloreadas por un pintor impresionista. Se trata de las turberas, un ecosistema de gran valor para la humanidad y aquí te explicamos el motivo.
¿Qué son las turberas y cuáles son sus tipos?
Cuando hablamos de turberas, nos referimos a un tipo de humedal que se encuentra en casi todos los países y que actualmente cubre el 3% de la superficie terrestre global. Este ecosistema se formó debido al retiro de glaciares, y es como una esponja de musgos y vegetación que se ha acumulado durante miles de años sin mayor descomposición. ¿El motivo? Su baja concentración de nitrógeno ácido y frío que no permite el crecimiento de hongos y bacterias.
El término “turbera” se refiere al suelo de turba y al hábitat del humedal que crece en su superficie. Por esta razón, las turberas se caracterizan por dos condiciones visibles: una saturación permanente debido a su alto contenido de agua y la presencia de plantas de diversas especies adaptadas para la resistencia.
Si bien presentan un superávit hídrico, las turberas no producen un cuerpo acuático constante como en el caso de los lagos. No obstante, el agua es suficiente para mantener los suelos húmedos, de tal forma que se definen como ecosistemas de transición entre ambientes terrestres y acuáticos. Esta capacidad de retención y filtración es fundamental para regular las descargas de nutrientes en las cuencas, purificar agua y prevenir inundaciones. De hecho, las turberas son las reservas hídricas más efectivas de la tierra, reteniendo más del 90% de su peso en agua.
Respecto a los tipos de turberas, todo depende del enfoque de clasificación. Por ejemplo, de acuerdo a su disposición en el terreno, existen tres tipos:
- Fen: se trata de una turbera plana que presenta una superficie cóncava.
- Bog: la turbera es más elevada y cuenta con una superficie convexa.
- Blanket bog: sus características físicas son como un cobertor irregular.
Ahora bien, el otro criterio toma en consideración el origen del agua que alimenta a la turbera. Se distinguen dos tipos:
- Geogénicas: la turbera recibe aportes hídricos que han tenido contacto con el subsuelo mineral, lo que trae como consecuencia mayor diversidad florística y acidez moderada.
- Ombrogénicas: debido a que se encuentra elevada sobre el terreno circundante, la turbera sólo recibe agua de precipitación, siendo pobre en nutrientes y más ácida.
La relación con el calentamiento global
En su estado natural, las turberas tiene incidencia en el balance global de tres tipos de gases con efecto invernadero: retienen dióxido de carbono (CO2) y liberan metano y óxido nitroso. Si bien las emisiones de estos gases tienen un efecto negativo en el medio ambiente, es de menor importancia si se compara con el impacto positivo que resulta del secuestro de CO2.
Este proceso de retención de dióxido de carbono le da un rol clave a las turberas respecto al cambio climático. Lo extrae de la atmósfera a través de plantas, especialmente musgos Sphagnum, y luego lo atrapa bajo tierra como carbono.
El problema es que estos grandes reservorios de carbono secuestrado en forma regular por cientos de años, pueden comportarse como sumideros en el presente, según el uso que se les dé. Aquí es donde la actividad humana sobre las turberas puede generar emisiones de CO2 de intensidad ilimitada, lo que es realmente preocupante considerando el calentamiento global.
Las turberas en la Patagonia, por ejemplo, se ven afectadas por el drenaje vinculado al uso agrícola y ganadero. Esta actividad tiene un efecto nocivo sobre las turberas: acelera la descomposición de la materia orgánica, ya que se airean los estratos que naturalmente no presentan bacterias aeróbicas. Como consecuencia, y debido a la intervención irresponsable a través de drenajes, el humedal se degrada lentamente y se transforma en otro tipo de ecosistema, formando parte del problema climático.
Como vemos, las turberas son capaces de almacenar carbono, regular el flujo hídrico y preservar la biodiversidad. Es por eso que resulta importante establecer estrategias de conservación y reparación, por ejemplo, bloqueando las zanjas de drenaje y devolviendo la vegetación. Sin duda, un buen plan de restauración de turberas puede ser una forma relativamente económica de abordar el calentamiento global en la Patagonia.