Los selk’nam fue un pueblo originario de américa que vivió por más de 10 mil años en Isla Grande de Tierra del Fuego, en la zona sur de Chile y Argentina. Cazadores y recolectores, su conexión con los elementos naturales de la tierra les llevó a desarrollar diversas creencias y rituales.
Cosmogonía
Su visión del universo se basaba en la creencia de un poder supremo existente en las 4 cordilleras invisibles del infinito, cuya fuerza permitió la creación de la tierra y el espacio. Estas cordilleras también eran conocidas como los 4 cielos del infinito:
- Wintek: llamado cielo del este, era el origen de todo lo existente, allí habitaba el Temáukel, ser supremo anterior a la creación del universo.
- Keikruk: denominado cielo del sur, allí vivían espíritus como Lechuza, Arcoiris y Luna.
- Kéikruk: conocido como el cielo del oeste, era sede de las deidades Sol y Viento y los grandes chamanes.
- Kamuk: llamado cielo del norte, aquí habitaban los espíritus de Lluvia, Mar y Tempestad y el viento del norte.
Espíritus, creadores del mundo
Además de esa creencia, los selk’nam tenían varios espíritus en su cultura, siendo dos de los más importantes Temáukel y Kenos, creadores del mundo que ellos concebían.
- Temáukel: es el espíritu con el poder universal, anterior inclusive al tiempo. Puro e infinito, reside en Wintek, es la energía que guía y organiza la vida de los selk’nam. Ninguna persona lo ha visto puesto que jamás ha estado en la tierra.
- Kenos: Temáukel le encarga a este espíritu organizar el mundo visible, por lo que les da a los hombres reglas sobre cómo comportarse entre sí y relacionarse con la naturaleza. Es el responsable de la creación de montañas, valles, del Sol (Kreen) y la Luna (Kraa), de los primeros antepasados y del lenguaje.
En algunas de las ceremonias se representaban a los espíritus, como en el rito de iniciación del Hain, en el cual los jóvenes de la tribu pasaban a la adultez, por medio de la enseñanza de tradiciones religiosas y el comportamiento ético. Algunas de las deidades personificadas eran el Koshménk, Kótaix, Tanu, entre otros.
Separados, perseguidos y asesinados durante el S. XIX, los selk’nam han dejado en la Patagonia un rastro cultural difícil de borrar, con su destacado arte corporal, su visión cósmica, su organización social y sus destrezas físicas para vivir en una zona glaciar.