La triste historia de la niña kawésqar


Si bien, las enfermedades que trajeron los colonizadores fue una de las principales causas de la extinción de los pueblos aborígenes, poco se habla de los zoológicos humanos, espacios en donde se exhibían a los indígenas para el deleite de la aristocracia europea, y los cuales provocaron la muerte de muchos de ellos por las pésimas condiciones en las que los tenían.

En el siglo XVIII y XIX, grupos de indígenas fueron raptados para ser estudiados y exhibidos, debido a la fascinación que la cultura europea sentía por lo exótico y desconocido. Dentro de tales grupos se encontraba la comunidad kawésqar, pueblo de la Patagonia chilena que un día se encontraba navegando por las aguas de la zona austral y al siguiente estaban prisioneros en una embarcación hacia un mundo desconocido y hostil

Historia de la niña kawésqar

En uno de esos grupos, una niña de tan solo 2 años fue raptada junto a su madre por el zoólogo alemán Carl Hagenbeck.  Este personaje se encargaba de secuestrar indígenas y exhibirlos en ciudades como Berlín y Munich a modo de circo, lo cual le generaba significativas ganancias.

El 30 de septiembre de 1881, en la capital de Francia, dicha niña murió en brazos de su madre al no poder resistir las condiciones de vida a las que los tenían sometidos. El cuerpo de la infanta fue enterrado en un jardín, mientras el resto de los aborígenes se vieron obligados a continuar el tour por Alemania. Fueron trasladados en un vagón de ganado y los siguieron exponiendo a lo largo del continente hasta que, finalmente, quedaron sólo 4 de los 11 que inicialmente llegaron.

Sin duda, cuesta imaginar lo que la madre debió sentir al verse expuesta junto a su hija, en terrenos desconocidos, encerradas tras rejas, como un animal de circo. Entre risas, miradas escépticas, ruidos grotescos y gestos incomprensibles, ambas tuvieron que afrontar esta nueva realidad.

¿Qué pasó con los sobrevivientes?

Si alguna esperanza quedaba de ser devueltos a sus tierras, a sus familias, a su hogar, los kawésqares sobrevivientes fueron entregados a misioneros anglicanos de Ushuaia, como desechos que ya no generaban ninguna diversión entre la alta alcurnia europea.

De aquella madre e hija sólo queda una imagen, una que evidencia el desconcierto, la desesperación y la profunda tristeza de ser arrancadas de su espacio, para ser exhibidas como un objeto más de diversión.